Recupero este hilo de las profundidades del foro, han pasado seis años y medio y aunque el mundo de la aventura esté ligeramente mejor que entonces, todo sigue siendo válido.
Las innovaciones pasan a ser problemáticas en el momento en el que no llegan como consecuencia de la propia aventura, cuando se innova por innovar o por motivos puramente comerciales (
Yo acuso). Tienen que llegar sugeridas por el diseño de la aventura, entonces muchos de esos avances cobran sentido. Hay cosas como el pasapuzlismo o los momentos arcade para los que uno es incapaz de imaginar un escenario propicio, pero quién sabe.
De cinematografía y aventura se viene hablando desde siempre, la realidad es que hasta el día de hoy, prácticamente nadie ha aprovechado esa narrativa. Hacer un primer plano en cine no debería ser sólo acercar la cámara, otra cosa es que estemos acostumbrados al uso sistemático y gratuito. En la aventura vemos poca variedad de planos sin ninguna justificación. Vistas cenitales en “mapas”, algún plano medio, planos generales en las caminatas y primeros planos en conversaciones, siempre con el mismo tiro de cámara. No se juega con el encuadre y ya no hablemos del sobreencuadre. E incluso la problemática va mucho más allá de no darle sentido a una cámara móvil, ¿en qué te ayuda un primer plano cuando tus personajes son inexpresivos y no existe sincronía labial? En nada, te perjudica gravemente pero como tenemos esa posibilidad... Ése es el problema, utilizar las herramientas porque existen, en vez de utilizar las existentes o incluso innovar, por imperativo del diseño. Y lo mismo serviría para la iluminación, sí, qué chulada de efecto, pero... ¿narrativamente aporta algo?
El poder de la imagen es infinito, ¿se podría hacer una aventura gráfica silente? Estoy convencido, y tan buena como la mejor, el problema es que requeriría de un par de genios en el mismo cuerpo o en dos distintos, bastante tiempo y mucho dinero, pudiendo variar un poco las proporciones. La posibilidad está ahí, pero es tan poco probable como que la mayoría de diseñadores actuales consigan comprender, aunque sea superficialmente, el concepto de puzle.
Si se es suficientemente hábil se puede llegar a prescindir de las descripciones mediante palabras, pero eso es irse al caso ideal, de por sí la aventura supone un medio lo suficientemente complejo como para no andar preocupándonos del color que van a llevar las paredes cuando no sabemos nada de cimentación. Hay que innovar a partir del conocimiento de la aventura y no construir la aventura a través de una innovación, la gran mayoría de los desarrolladores apenas saben nada de narrativa aventurera.
Nadie dice que sea fácil comprender el funcionamiento de la aventura y mucho menos hacer una, pero que en quince años no se haya avanzado en cuanto a comprensión y experimentación, habla muy mal de los que hacen aventuras. Desde el punto de vista de la industria me gustaría seguir creyendo que se puede avanzar, que se puede volver a hacer aventuras como muchos años atrás y evolucionar a partir de ahí, pero sinceramente, no creo que eso pueda suceder de una manera “natural”. La industria hoy día no contempla arriesgarse con su propia
Der letzte Mann, eso no lo veremos, pero confío, quizás ingenuamente, en que surja una
Ménilmontant.
Explico los paralelismos intentando no irme demasiado por las ramas, situación: Alemania, mediados de los años 20, cima de la cinematografía mundial, hecho propiciado en parte por la situación económica (inflación), que favorecía la creación de cine por encima de la importación. Der letzte Mann fue una inversión a fondo perdido en sí misma, UFA quería expandir sus fronteras, exportar su cine a gran escala una vez que la Gran Guerra quedara atrás. La película aunaba un elevado valor artístico y simbólico a la vez que planteaba una revolución, una narración propiamente cinematográfica, supuso el nacimiento de la cámara desencadenada. Para el mercado americano (el gran destinatario de la película) tuvo un montaje “un poco más ligero”, la película no funcionó en taquilla (supuso una auténtica ruina para la industria alemana) y UFA no consiguió su objetivo. En USA quedaron asombrados, nada en su cinematografía se podía comparar con aquella maravilla, pero para qué importar (que sí, también lo hicieron durante un corto período) cuando podían “robar” a esos cineastas. Así William Fox (sí, este fulano estuvo vivo en algún momento) haría no mucho después otra apuesta que no recuperaría en taquilla (con el propio Murnau),
Sunrise, que sí supuso un impagable aprendizaje, propiciando un salto cualitativo en el cine americano, estableciendo las bases para el lucrativo cine de estudios de la época dorada de Hollywood. A lo que íbamos, una apuesta tipo Der letzte Mann o Sunrise tendría sentido en la aventura (podemos buscar algo similar a menor escala) en la primera mitad de los 90, hoy día el mercado no permite ese tipo de apuestas, pero es que el género no está en absoluto tan desarrollado como lo estaba el cine entonces. Así que la aventura no llegará a un punto de inflexión por esa vía, y tal vez por ninguna otra.
Entonces, mi esperanza radica en que alguien le eche huevos y aunque probablemente no vaya a suponer una revolución en el mundo de la aventura (como no lo fue en su día en el cine), haga un Ménilmontant. Que no es más que un filme de una calidad extraordinaria ajeno a los circuitos comerciales. Es una historia muy cruda (por tanto dificilísima de vender), no contiene intertítulos (“¿estás loco? La gente no entenderá la película”) y se trata de un mediometraje (en 1926 a los exhibidores ya no les interesaba algo de esa longitud). La única salida de Kirsanoff era tirarse a la piscina y hacerlo él casi todo, un ejercicio de libertad absoluta, sin contar con grandes medios realizó un film inmortal que provocaría suicidios en masa de cineastas actuales si éstos tuvieran algo de dignidad. Y eso sí que es factible hoy día en la aventura, confío en que un Kirsanoff con acné (o con una alopecia incipiente, o ambas al mismo tiempo, qué más da) esté ahora mismo delante de su ordenador programando una magnífica aventura ajena a las degradantes condiciones del industria.
Esta mierda seguramente no le interese a nadie, que me disculpen los que hayan llegado hasta aquí con la sensación de haber desperdiciado un precioso tiempo de lectura que podrían haber dedicado a etiquetas de champú.
Saúdos