Clásico moderno
Título: The Abbey (2008)
Desarrolladora: Alcachofa Soft
Distribuidora: Friendware
Lanzamiento: 18 de noviembre de 2008
Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador a 1,4 GHz | 512 MB de RAM | 3 GB de espacio en disco | Unidad lectora de DVD | Tarjeta gráfica de 64 MB (mínimo GeForce 4 Ti o Radeon 9500) compatible con DirectX 9.0c | Tarjeta de sonido compatible con DirectX 9.0c | Windows XP o Vista
# Publicado el por Tomás Maidagan
En verdad, para incongruente esta misma postura, pues a buen seguro es esgrimida por los mismos que luego defienden la grandeza e inapelable madurez de Los Simpson cuando alguien los tacha de «simples dibujos». Pero al margen de debatibles coherencias o incoherencias, The Abbey luce estupendamente tanto en fondos como en personajes, a los que sólo se les puede achacar la absoluta inexistencia de sincronización labial, tanto en la edición nacional como en las extranjeras, y alguna animación concreta algo chapucera (viene a la mente cierta escena con cierto pozo).
Como colofón, tenemos el que posiblemente sea el mejor apartado sonoro del último lustro, y sin lugar a dudas uno de los mejores que ha dado jamás la aventura gráfica en particular y el mundo de los videojuegos en general. A una banda sonora deslumbrantemente grandiosa hay que sumar unas interpretaciones —en español, claro está— de un nivel al que estamos lastimosamente poco acostumbrados. No sólo por la calidad de los propios actores, con un Ramón Langa a la cabeza que borda el papel de monje sabio pese a moverse habitualmente en un Bruce Willis macarra o borracho, ni tampoco por sus excelentes asignaciones, sino por la cuidada dirección, esa olvidada faceta cuyas carencias pueden conseguir que hasta el más excelente de los actores ofrezca un mediocre resultado. El hecho de que el propio Emilio de Paz se haya encargado de orientar a los actores permite alcanzar un nivel de detalle, de precisión interpretativa completamente inconcebible en el doblaje de videojuegos medio, y el hecho de que no haya que trabajar con las frecuentes traducciones ortopédicas y chirriantes, dado que como es lógico el juego se escribió originalmente en nuestro idioma, no hace más que facilitar las cosas. Tan sólo el personaje de Bruno, interpretado por Nacho Aldeguer, se antoja difícil de tragar, aunque hay que tener en cuenta que, como bien se explica en el making of incluido en esta edición, la intención es precisamente que el personaje sea irritante y den ganas de cruzarle la cara cada vez que abre la boca. Voluntaria o involuntariamente, se ha conseguido.
Por último, un análisis de The Abbey no podría estar del todo completo sin reseñar las diferencias entre la versión nacional y las extranjeras, de las que mucho se ha hablado pero poco se ha especificado. Aunque el término «edición especial» surgió nada más conocerse las características de la edición española, lo cierto es que la expresión más fidedigna sería «la edición que Alcachofa Soft quería editar en todo el mundo y que las prisas, y tal vez el mayor interés de la productora en A Vampyre Story, no permitieron publicar».
Aparte de detalles no excesivamente importantes, como puede ser algún añadido gráfico o la forma de acceder al mapa, encontramos una serie de diferencias de gran importancia que conviene destacar. La primera es que el ritmo de la española ha sido pulido respecto a la alemana, que por culpa de unos textos demasiado largos y unas interpretaciones lentas y excesivamente locutoreadas pedía a gritos mayor dinamismo. La segunda es que parece ser que Crimson Cow no terminó de entender el sentido, la intencionalidad del juego, lo que provoca que la versión alemana, traducida, se tome excesivamente en serio a sí misma, incluso cuando hay comicidad implicada de forma evidente. A esto hay que sumar además unos actores que no comprenden la personalidad de sus personajes, seguramente porque nadie les ha explicado cuál es, y los transforman en la antítesis de lo que sus creadores querían que fueran. O lo que es lo mismo, un producto incoherente, insincero, que se tiene a sí mismo por lo que no es, y por lo tanto despierta la desconfianza y antipatía del jugador. La tercera diferencia es que la versión alemana contaba con un diseño mucho más lineal, en el que para avanzar había que hacer las cosas en un determinado orden aunque este orden se antojara gratuito, por aquello de exprimir al máximo las horas de juego. En la española el jugador dispone de más libertad, y aunque es posible que se pierda alguna situación (de ahí el mensaje informando del porcentaje de juego visto al finalizar la aventura) o tiempo de juego, se consigue mayor fluidez y lógica en el desarrollo. La cuarta es que se han añadido tres puzles sencillos para aumentar la interactividad de determinadas escenas y marcar un ritmo más satisfactorio. De este modo, además, se potencia la sensación, que ya hemos mencionado hace unos cuantos párrafos, de estar ante un juego que por muy cinematográfico que sea no se olvida de que es un juego.
En definitiva, la versión española no es un montaje del director. Es lo que debería haber sido desde el primer momento, porque es lo que Alcachofa Soft quiso desde el primer momento.
Conclusión
Junto a los nuevos Sam & Max y a alguna que otra aventura puntual, The Abbey es lo mejor que ha dado el género en mucho tiempo. Una trama absorbente y llevada de forma magistral, unos diálogos fluidísimos con una milimétrica y finísima mezcla de seriedad y humor, un diseño sencillo pero muy entretenido, gráficos bonitos, música magistral, doblaje magnífico y una temática poco frecuente en el llamado mundillo del ocio electrónico.
Si el juego hubiera salido hace quince años, hoy sería un clásico indiscutible «de los que ya no se hacen». Porque eso es lo que es The Abbey, una aventura clásica moderna. Actualmente, y para su desgracia, tendrá que lidiar con las carencias de sus versiones internacionales y con un público enrarecido. Desde aquí sólo podemos recomendarla efusivamente. Una aventura redonda, sólo sutilmente empañada por la falta de dificultad, por la falta de algún que otro puzle con el que maravillarse y que recordar. A pesar de ello, el conjunto sigue siendo tan infrecuentemente sólido que casi da reparo echárselo en cara. Imprescindible.
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